jueves, noviembre 26, 2015

Guardia de cine: Reseña a “Kill Bill”, volúmenes 1 y 2

Título original: Kill Bill Vol. 1 & 2. Año: 2003-2004. Nacionalidad: EEUU. Duración: 111-137. Color. Dirección: Quentin Tarantino. Guión: Quentin Tarantino. Elenco: Uma Thurman, David Carradine, Daryl Hannah, Lucy Liu, Viveca Fox, Michael Madsen.

Hace poco más de una década, sacudiéndose la chaqueta y los pantalones del polvo que le dejó impregnada la discreta Jackie Brown, el colega Quentin Tarantino reapareció en la cartelera con su desparpajo habitual y la sana intención de inocularnos uno de sus febriles virus. Y no hay nadie que lo entienda de otra manera: lo consiguió y nos enfermó. No había lugar donde pudieras estar tan tranquilo y que no apareciera Uma Thurman con catana y chándal amarillo de franja lateral negra, en evidente homenaje a Bruce Lee. La morcillada estaba servida, completando un menú de venganza, Spaghetti western y cine hongkonés de artes marciales de los años ’70. Todo era tan impactante a nivel visual que hasta no sorprendía que se insertaran ciertas escenas hiperviolentas en Anime

Digamos que la cinta enlatada como Volumen 1 era bestial, atractiva y directa; coaccionó a medio planeta para que desfilara por las salas de cine y terminara la experiencia satisfecho gracias a un alarde de frikismo liberado sin precedentes.

No es que necesite este Volumen 1 de una reseña más amplia, pues con unas pocas palabras se resume a la perfección este filme: rapidísimo, muy bien estructurado e irónico.

Respecto al Volumen 2 nos podemos detener algo más a rascar la pintura, aunque sea debido a que no está a la altura visual de su “hermano mayor”. Se deja aparcado por completo al cine de artes marciales —género que tan solo regresa fugazmente al metraje en un capítulo en el que se relata el duro entrenamiento de Beatrix por parte del maestreo Pai Mei y que queda algo mal— y se lanza sin miramientos a los brazos del Spaghetti western.

El Volumen 2 no repuntó la fiebre, ya muy baja tras habernos hartado de una colegial nipona psicópata y otras delicatessens orientales. Habíamos quedado tan extasiados con el día de San Martín que disfrutaron los 88 maníacos que el desierto, coprotagonista en gran parte del filme, se nos mostró desnudo y sin vida; por no decir que llegamos a aburrirnos como ostras en un vivero hasta llegado el ecuador y los últimos capítulos.

Incluso la banda sonora original del primer Volumen era cien veces mejor.

En definitiva, el guión de Tarantino no es lineal y equilibrado durante las tres horas totales. Se asciende hasta la cresta de una gigantesca ola para luego caer en picado, zambulléndonos, con un doloroso golpe, en un agua helada que atraviesa nuestro cerebro con cuchillos de tedio. Solo un sol lejano nos calienta un poco cuando somos capaces de regresar a la superficie. 

Y esto es todo lo que tengo que decir al respecto.

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