jueves, enero 24, 2013

24 de Enero de 2013

LA NUEVA ESPAÑA

Españoles olvidados

Blas de Lezo, uno de los marinos españoles de mayor coraje y que no ha tenido el trato histórico que merece

24.01.2013 | 03:22

Virginia
Álvarez-Buylla Pertenecemos a un país que no suele ser muy delicado con sus conciudadanos. Con bastante frecuencia la envidia, que es uno de nuestros pecados capitales, nos impide reconocer los méritos de algún compatriota e incluso ningunearlo de una manera ofensiva. Nos dedicamos a poner verdes a cualquiera que destaca y concedemos honores y distinciones a alguien que no lo merece, pero tiene mucho dinero o mucho poder.

Hoy quiero centrarme en una de estas personas a las que siempre he admirado y del que estoy segura de que la mayor parte de los habitantes de este país nuestro nunca ha oído hablar. Se trata de Blas de Lezo, más conocido como «Medio Hombre».

Blas de Lezo nació en Pasajes (Guipúzcoa) cuando los vascos se sentían orgullosos de ser españoles y paseaban su orgullo español por todos los mares. Nace, pues, un 3 de febrero de 1689 y muere en Cartagena de Indias el 7 de septiembre de 1741. En ese corto espacio de tiempo fue capaz de llevar el nombre de España mucho más allá de nuestras fronteras y conseguir derrotar a la mayor flota del mundo a la sazón. Fue uno de los más importantes estrategas de la Armada española en toda su historia.

Su carrera militar empezó muy pronto. Se enroló en la Guardia Marina al servicio de la escuadra francesa, cuando sólo tenía 17 años. En aquel momento la Armada francesa y la española eran aliadas en la guerra de sucesión, defendían a Felipe de Anjou contra los ingleses, que defendían al archiduque Carlos de Anjou, no porque les pareciese mejor candidato, sino porque tenían miedo al poder que podían conseguir los Borbones unidos. En la batalla de Vélez-Málaga se enfrentan las dos armadas y aquí comienzan las sucesivas heridas que sufrió Lezo debido a su bravura y su coraje. Una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda teniendo que amputársela por debajo de la rodilla, por supuesto, sin anestesia. Se hizo famoso entre los otros marinos porque no profirió una queja.

En 1705 vuelve a bordo y continúa luchando con el mismo arrojo. En 1706 se le ordena aprovisionar a los sitiados de Barcelona, misión que realiza con gran ingenio. Posteriormente, cuando estaba destinado en la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, una esquirla procedente de un cañonazo le entra en el ojo izquierdo y como resultado pierde la visión de ese ojo.

A estas alturas, ya tuerto y cojo, sigue navegando y luchando con el mismo valor. Los ingleses lo temen por sus abordajes, en los que consigue vencer a navíos mucho más grandes y con más tripulantes. Posteriormente, participando en el asedio a Barcelona, se acerca demasiado a sus defensas y recibe un balazo en el brazo izquierdo del que nunca se recuperó. A los 25 años era manco, cojo y tuerto...

Yo comparo a Blas de Lezo con el almirante Nelson inglés. Ambos fueron excelentes marinos, ingeniosos, con unas grandes capacidades estratégicas y tácticas, y llevaron a sus armadas a alturas increíbles. Los dos marinos fueron heridos en numerosas ocasiones; Nelson perdió la visión del ojo derecho luchando en Córcega y en su única derrota en Santa Cruz de Tenerife recibió un disparo de cañón en el codo derecho, perdiendo la mitad inferior del brazo. La diferencia entre los dos es que a Lezo no se le veneró en España a su muerte como se hizo en Inglaterra con Nelson, que recibió toda clase de honores, incluido funeral de Estado, y aún hoy es recordado todos los años y se le dedicó una de las plazas más importantes de Londres, Trafalgar Square, con su estatua colocada en el mejor lugar.

Blas de Lezo consiguió una victoria igual de importante y trascendente que la de Nelson, venciendo a la Armada inglesa en Cartagena de Indias, de donde había sido nombrado comandante general. Los ingleses atacan Cartagena con la excusa de que un capitán español había vencido al pirata Jenkins, le había cortado la oreja y se la había enviado al rey diciendo: «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve», versión del pirata. Los españoles estaban hartos de que los piratas ingleses entorpecieran el tráfico de ultramar. Por ello esta guerra se llamó «la guerra de la oreja de Jenkins».

Los ingleses prepararon una Armada tan grande como había sido la Armada Invencible de Felipe II: 186 barcos y 23.600 combatientes, mientras que las defensas de Cartagena consistían en tres mil soldados y seiscientos indios más seis navíos. Los ingleses estaban tan seguros de su victoria que habían acuñado monedas con la inscripción «El orgullo español humillado por Vernon». Tan espectacular fue la derrota de los ingleses que aseguró a España el dominio de los mares durante más de medio siglo. El rey Jorge II prohibió que se hablara de esta batalla y para la historia inglesa fue como si nunca hubiera existido.

Desgraciadamente, en España no se hizo como se haría con Nelson en Inglaterra cincuenta años después. Ni tuvo un funeral como el de Nelson cuando murió en Cartagena poco después de la peste. Hoy en día está casi olvidado.

ATENEA DIGITAL

Del 12 al 13: Sentimientos navales
Fernando Armada

jueves, 24 de enero de 2013

Hemos dejado atrás un 2012 terrible por muchos conceptos, que anticipan este 2013 igualmente difícil. Aunque este nuevo año tiene dentro de sí el nº 13, tradicionalmente el de la mala suerte, prefiero mirarlo con esperanza, con la esperanza de que rompa el maleficio que se le atribuye y de que, a lo largo de él, la crisis económica toque suelo y empiece a mejorar aunque sea ligera y lentamente.

Los presupuestos de este año para Defensa, y para la Armada en particular, presentan una nueva bajada que, acumulada a la de los años anteriores, obligará a verdaderos esfuerzos y equilibrios para mantener las actividades operativas imprescindibles y los estándares mínimos de preparación de la fuerza existente mientras se ponen las bases de la fuerza del futuro. Dentro de esos esfuerzos y equilibrios, el acuerdo con la Marina australiana para cederles operativamente durante un año el "Cantabria", a cambio de que corra con los gastos derivados de su operación, es una fórmula imaginativa de mantener alistado un barco al mínimo precio, dando por hecho que, junto con esos aspectos y los del posible impacto industrial, se han ponderado los aspectos estratégico-operativos de esa cesión temporal.

Leía hace poco las declaraciones del AJEMA en la RED donde expone, con entusiasmo y orgullo por lo conseguido hasta ahora y por la categoría de los hombres de la Armada, cuáles son sus proyectos de futuro, en una mezcla de rigor intelectual, posibilismo y esperanza, y dentro de una línea de continuidad con el pasado inmediato: son las F-110, la segunda serie de BAM, los UAV, los S-80, los helicópteros navales, los VAMTAC para la IM, en una síntesis no completa y poco precisa, obligada por las características de la entrevista.

Acabo de leer también las recientemente promulgadas "Líneas Generales de la Armada 2012", marcadas como es lógico por la crisis económica y con las que ya se puede concretar y matizar algo más. En ellas, tras establecer el alistamiento de la Fuerza Naval, la Flota, como fin último de la actividad de la Armada y el factor humano como pieza clave para ello, se esbozan las líneas de actuación en la gestión eficiente de los recursos, las adaptaciones necesarias en infraestructuras y organización en el ámbito más amplio de las FAS en su conjunto y las futuras adquisiciones que permitirán conformar la Flota del futuro, todo ello acompañado de un intento estructurado de dar a conocer a la sociedad española la actividad de la Armada.

Refiriéndonos a la Flota del futuro, son 5 las fragatas F-110 que aparecen en el horizonte, con lo que el 10 (a la baja) parece ser el nuevo número "mágico" (5 F-100 más 5 F-110) frente a las 15 fragatas de no hace mucho tiempo u otros números más elevados sólo reales sobre el papel. Los 5 nuevos BAM ya están aprobados aunque esperando financiación. Los VAMTAC (sin número especificado) son la continuación de planes anteriores. Los S-80 siguen su andadura, ralentizados por la crisis, y parecen consolidar en el horizonte el nuevo número de 4 submarinos, frente a los 8 que hemos disfrutado en el pasado inmediato. Los 6 helicópteros SH-60F representan una transición económica (mismo modelo básico que otros helicópteros ya existentes en la Armada) hasta la llegada de la versión naval del NH-90, o el que se defina. Los UAV (en número de 10) son la incorporación obligada de un instrumento que ha demostrado su utilidad y potencialidad operativas y al que la necesidad de operar desde una plataforma naval le añade complejidad.

El medio plazo, bajo los efectos de la crisis económica, no da para más, aunque no es poco. Es de esperar que, en este plazo, la situación empezará a despejar y, ya en la senda del crecimiento que todos deseamos, puedan empezar a acometerse no sólo estos proyectos sino otros que se quedan en el tintero (el relevo de los Harrier habrá que planteárselo en un horizonte no demasiado lejano).

Hemos hablado del futuro, al que hay que mirar con confianza y esperanza, pero detrás han quedado una serie de acontecimientos que producen cuando menos un sentimiento de nostalgia o tristeza. A lo largo del año pasado y de los anteriores, se han producido bajas de unidades, que la crisis ha podido acelerar. Algunas importantes, la última la del "Pizarro", prevista con la llegada del "Juan Carlos I" aunque no por ello menos sensible.

Pero, sobre todo, la intuida hace tiempo y anunciada hace poco, baja del "Príncipe de Asturias", que se materializará en breve. Esta sí representa un hito triste, provocado por la crisis. Durante su etapa operativa, ha sido el buque de referencia (la "joya de la corona", junto con su, desde otro punto de vista par, el "J. S. de Elcano"), que podía medirse con ventaja frente a buques similares y daba a España un estatus privilegiado entre las marinas europeas. Con su baja, la Armada mantiene la capacidad de operar con aviones de ala fija, asegurada por el polivalente "Juan Carlos I", pero pierde un portaaviones puro. Junto a los sentimientos profesionales de resignación, nostalgia y orgullo, me asaltan otros personales ligados a mi vida en activo, muy relacionados con el buque que ahora nos dice adiós y en el que hice mi última navegación antes de pasar a la Reserva. Nada me gustaría más que triunfaran posibles iniciativas para darle otro destino distinto al del desguace, pero experiencias anteriores con otros barcos no auguran el éxito.

Y, puesto que hablamos de estos dos grandes buques, me asaltan otros sentimientos de tristeza, asombro y, en cierto modo, preocupación. El "Príncipe de Asturias" recibió en 1989 la bandera de combate en Barcelona, como también lo hizo en su día el "Dédalo", además de otros buques. Pero la entrega de la bandera de combate al "Juan Carlos I", prevista también en Barcelona inicialmente el año pasado, ha sido pospuesta y tal vez anulada por "razones económicas" fácilmente interpretables a la vista de la deriva independentista emprendida en Cataluña. Barcelona siempre ha sido un puerto atractivo y acogedor para nuestros buques y la Armada ha mantenido siempre una especial relación con ella. Es una pena que ahora esa relación quede enturbiada por motivos poco justificables.

En fin, de todos esos sentimientos, me quedo con el orgullo de lo que han representado los buques a los que ahora despedimos ("Bravo Zulú" para ellos), con la confianza que me proporciona la calidad de nuestra gente y, mirando al futuro, con la esperanza de que este año podamos hablar del inicio de la recuperación económica, de que los proyectos de la Armada empiecen a tomar cuerpo (disponer de financiación para los nuevos BAM sería una buena señal) y, sobre todo, de que acertemos a contrarrestar la deriva emprendida y así, esa realidad histórica que constituye España, a la que me honro de pertenecer, consiga enmendar el rumbo adecuadamente.

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