martes, mayo 01, 2007

Boletín de Mayo de 2007 de la Fundación "Letras del Mar"

“Yo amo a mi puerto, en donde cien raros pabellones

desdoblan en el aire sus insignias navieras,

y se juntan las parlas de todas las naciones

con la policromía de todas las banderas.”


TOMAS MORALES

EN ABRIL, LETRAS MIL

Las hojas del calendario, correspondientes a los pasados meses, han venido cargadas de efemérides evocadoras tanto de las letras y el mar, como de las letras del mar. De una parte, el día 20 de abril el santoral nos recordaba la figura de nuestro patrono San Telmo y el 23 del mismo mes celebrábamos el “Día del Libro”, precedido de la “Noche de los Libros”; actos organizados con el objetivo de que los lectores se acerquen a las librerías, en esa fecha abiertas hasta la medianoche; realizándose en paralelo numerosas conferencias y conciertos, en los que participaron escritores, músicos y artistas; colgándose en Madrid libros para que los viandantes pudiesen disfrutar con su lectura. En las vísperas, los Reyes, acompañados del Príncipe de Asturias, en el transcurso de un almuerzo celebrado en el Palacio Real, se reunían con una amplia representación del mundo de las letras, con motivo de la entrega el 23 en Alcalá de Henares del Premio Cervantes, que en el 2006 ha correspondido al poeta leonés Antonio Gamoneda.



También el calendario nos ha recordado fechas ligadas a la historia del mar, como el inicio, hace cien años, de los “viajes rápidos a Argentina”, gracias al servicio inaugurado por la Compañía Trasatlántica con el vapor Alfonso XII, que unía los puertos de Barcelona, Málaga y Cádiz con Buenos Aires. Era capitán de la nave, en estas primeras singladuras, Manuel Deschamps: único marino mercante enterrado actualmente en el Panteón de Marinos Ilustres, por sus valientes actuaciones durante las últimas contiendas ultramarinas. En la amplia reseña aparecida en el Diario de Cádiz, se calificaba al buque como “auténtico palacio flotante”, ilustrándose al lector con una serie de datos muy alejados de los habituales tecnicismos, para hacerle comprensible la magnitud e importancia del barco: “lleva a bordo 1.460 gallinas, 30 cabritos, 14 novillos, 4 terneras y 3.000 kilos de buey. La despensa de vinos es inimaginable con 12.000 litros de vino corriente, 100 cajas de Jerez y otras tantas de Burdeos…”.


Igualmente las efemérides nos recordaban que, tan solo desde hace quince años el último de los grandes acorazados, el Missouri, dejaba de surcar los océanos. Este gigante de los mares fue el máximo exponente del poder naval de su época, ya que contaba con la artillería más potente y superaba en blindaje, desplazamiento y velocidad a sus rivales. Tan solo el japonés Yamato hubiera sido imbatible para él. Había entrado en servicio el 11 de junio de 1944, una semana después del desembarco de Normandía, en un momento en el que los portaaviones ya habían arrebatado la corona en las armadas a este tipo de buques. Ocupa un lugar preeminente en la historia de la Segunda Guerra Mundial, por haberse firmado el 2 de septiembre de 1945 la rendición de Japón sobre su cubierta. Cinco años después intervino en la guerra de Corea, y en 1965 volvería a efectuar fuego de apoyo durante la contienda de Vietnam, teniendo su último servicio en 1991 en el transcurso de la guerra del Golfo.


LA NAUTILUS DE VERNE Y EL NAUTILUS DE ANDERSON

Fue Julio Verne – uno de los más grandes de las letras del mar – quien con su profética imaginación popularizó la imagen de un submarino navegando bajo los hielos del Polo: la tan famosa como misteriosa nave Nautilus de sus “Veinte mil leguas de viaje submarino”. Pero quien primero lo consiguió fue William Anderson, que acaba de partir para el viaje del que no hay retorno, no es ni mucho menos tan conocido, a pesar de que en su libro “Nautilus 90º Norte” nos contase la historia que él hizo realidad, gracias al empeño del almirante Rickover, obsesionado con construir un reactor de plutonio lo suficientemente pequeño para pode ser utilizado en la propulsión de un buque sumergible.
El viaje inaugural de la nave homónima a la del novelista francés tuvo lugar el 17 de enero de 1955. Al partir el submarino de Groton en Connecticut, e izarse desde el puente las señales “a rumbo con propulsión nuclear”, daba comienzo un nuevo e importantísimo capítulo de la historia de la navegación, que vendría rubricado tres años más tarde, cuando Anderson, situado en el puesto de mando del Nautilus, con la mirada puesta en el reloj empezó a contar y transmitió a su dotación: “Atención. Diez…, ocho…, seis…, cuatro…,tres…, dos…uno.¡Ya!. Día tres de agosto de mil novecientos cincuenta y ocho. Hora: veintitrés quince. El Polo Norte para la Marina Americana y los Estados Unidos”. Por primera vez en la Historia, un navío había llegado al Polo Norte, y un nuevo camino se había abierto por el Noroeste, reduciendo notablemente el largo viaje que representaba para los submarinos nucleares pasar de la costa del Pacífico al Atlántico. Empresa lograda tras varios intentos anteriores, en los que hubo de esquivar los hielos del Océano Glacial Ártico, esa enorme masa de agua cubierta de tempanos, cinco veces el mar Mediterráneo, situada en la parte superior de nuestro planeta: el Ártico, a diferencia del Antártico, que en su mayor parte es tierra firme cubierta de montañas de hielo y nieve, es simplemente agua helada.


La aventura comenzó el 22 de junio de 1958 cuando zarparon de Pearl Harbor rumbo al norte, con una tripulación de 116 hombres, en cumplimiento de una misión secreta denominada “Sunshine”. No era el primer intento, ya que el año anterior lo habían probado, pero los hielos les cerraron el paso en las aguas poco profundas del Mar de Chuckchi, al norte del estrecho de Bering, por lo que hubieron de volver a su base y esperar tiempos mejores. Lo que sí ocurrió al siguiente intento, cuando llegaron al mar de Barrow, donde encontraron aguas profundas y pudieron avanzar hacia su objetivo: alcanzar bajo las aguas el punto al que Peary había llegado sobre las mismas en 1909. Un lugar en medio de la nada, donde la temperatura del agua era exactamente 0º centígrados y la profundidad 4089 metros, al que arribaron tras una inmersión de 1830 millas – unos 3400 kilómetros- que duró 96 horas. En un buen ejercicio de síntesis Anderson mandó un mensaje a su jefe de operaciones: “Nautilus 90º Norte”. Punto cardinal desde el que el pasado 25 de febrero, a los 85 años, el comandante habrá partido en un nuevo viaje, tras haber dado lo mejor de su vida por la Marina de su país.


DE LA COPA AMÉRICA Y MÁS NOVEDADES SOBRE EL PAPEL

Lunwerg vuelve a sorprendernos sobre el papel con la reciente edición de un cuidadoso libro titulado “32 America´s Cup”, en el que a lo largo de sus páginas, y por medio de unas magníficas fotografías, los organizadores nos cuentan algunos de los muchos eventos llevados a cabo con motivo de los preparativos y antecedentes de la legendaria competición. En sus líneas introductorias, el presidente de la presente edición, Michel Bonnefous se declara orgulloso y emocionado del legado de la victoria de Alinghi en 2003.
“El comercio francés en Sevilla y Cádiz. El tiempo de los Habsburgo”, de A.A. Fincham, es otra de las novedades editoriales en la que se estudia la contribución que tuvo el comercio extranjero en la España de los siglos XVI al XVIII, fundamentalmente el llevado a cabo por comerciantes franceses en los dos puntos neurálgicos de la Carrera de Indias, Sevilla y Cádiz,.


La espléndida revista “Litoral” publica en su número 242 una monografía dedicada a la obra poética de José Manuel Caballero Bonald, que bajo el título de “Navegante solitario” analiza los distintos géneros que ha abordado el poeta andaluz, recuperando textos difíciles de localizar, por su lejanía en el tiempo o por haber sido editados en revistas que desaparecieron.
Con el título de “Manual de conocimientos marineros”, del que es autor Domingo José Real, acaba de publicarse un libro muy completo en el que se hace un extenso recorrido tanto por buques y embarcaciones, sus aparejos, jarcia y caballería, equipos de maniobra y navegación, como por los elementos que intervienen en su gobierno y propulsión, así como por las leyes y normas que regulan la navegación.


VALIENTES POR TIERRA Y POR MAR

Con el sugestivo título de “Valientes por Tierra y por Mar. 470 Aniversario de la Infantería de Marina”, el general de división de éste Cuerpo y, hasta fechas recientes, su Comandante General, Juan García Lizana, intervino el pasado 17 de abril en nuestra Tertulia Madrid Marinero, en la que hizo un riguroso repaso por el pasado, presente y futuro de esta prestigiosa fuerza de combate de nuestra Armada.
Un numeroso grupo de miembros de dicha tertulia, y de amigos de nuestra Fundación, realizaron el 21 de este mismo mes una visita al “Museo Naval de Madrid”, en donde fueron recibidos y acompañados por su Subdirector, el capitán de navío Marcelino González, que animó al colectivo con sus explicaciones y precisiones durante el periplo llevado a cabo por todas las salas y galerías del mismo.


Mientras, “los piratas tomaban Toledo”, ya que en el Palacio de Amusco de aquella localidad, hasta el 16 de septiembre, se podrá visitar la exposición “Piratas. Los ladrones del mar”- todos los días en horario de 10 a 14 y de 15 a 21 -, una propuesta didáctica que analiza la historia y costumbres de estos bandidos marineros, desde la época clásica a la actualidad.


NAUTILUS 90º NORTE (1)

“Al estar a una milla al sur del Polo Norte le dije a Jenks que me avisase cuando la corredera indicase que faltaban cuatro décimas de milla para llegar al Polo. La aguja que señalaba las décimas de milla se movía rápidamente. Era ya sólo cuestión de segundos. Todos los hombres que no eran necesarios en sus destinos se habían agrupado en la cámara de mando y en el rancho de marinería. Cuando Jenks me hizo una seña, me dirigí por el micrófono a la tripulación: Atención. Os habla vuestro comandante. Dentro de pocos instantes, el Nautilus alcanzará un objetivo largo tiempo ambicionado por la Humanidad: llegar con un barco al Polo Norte geográfico. Si la Providencia nos sigue ayudando como hasta ahora, dentro de dos días conseguiremos otro objetivo de mayor significación histórica aún: la conclusión de una rápida travesía polar desde el Océano Pacífico al Océano Atlántico. En este momento estamos a cuatro décimas de milla del Polo Norte. Mientras nos vamos aproximando, guardaremos unos minutos de silencio dando gracias a Dios por habernos permitido realizar con éxito tan extraordinario viaje. Roguemos por la paz del mundo y recordemos a aquellos que nos han precedido con el triunfo o con el fracaso”.
“El tocadiscos había cesado de funcionar y un profundo silencio siguió a mis palabras. Sólo se oía el rítmico zumbido de los sonadores, que incansablemente vigilaban la profundidad del océano, los peligrosos hielos y las sombrías aguas a proa de nuestro barco. Con la mirada puesta en el reloj de la corredera empecé a contar en voz alta y a través del micrófono: -Atención. Diez..., ocho..., seis..., cuatro..., tres..., dos..., uno. ¡Ya! Día tres de agosto de mil novecientos cincuenta y ocho. Hora: veintitrés quince. El Polo Norte para la Marina Americana y los Estados Unidos. Los hurras de la tripulación resonaron por todo el barco. Miré con ansiedad a Tom Curtis. Estaba sonriendo. El sistema de navegación por inercia había funcionado con absoluta precisión, confirmando que habíamos cruzado exactamente el Polo Norte. -Mi comandante -exclamó Curtis-, puede usted decir que hemos perforado de verdad el Polo. Permanecimos silenciosos y emocionados durante algunos momentos pensando en la hazaña que había realizado el Nautilus. Un nuevo camino por el Noroeste había sido abierto, reduciendo notablemente el gran viaje que representaba para los submarinos nucleares pasar de la costa del Pacífico al Atlántico, y que ahora podría utilizarse aun cuando se cerrara el Canal de Panamá. Cuando se construyan submarinos nucleares mercantes, esta nueva derrota acortará en 4.900 millas y en trece días el actual viaje desde Japón a Europa. El Nautilus había iniciado una nueva era y conquistado el extenso e inhóspito Artico. Los instrumentos de a bordo habían obtenido por primera vez una amplia y exacta información de la gran depresión del Artico y de sus proximidades. La proeza del Nautilus constituía una dramática demostración de la superioridad técnica en una importantísima área de la ciencia. En la mente de millones de hombres igualaba, si no sobrepasaba, el éxito de los Sputniks rusos. Por primera vez en la Historia, un barco había llegado al Polo Norte. Y jamás habían estado tantos hombres juntos a la vez -116- en el Polo Norte. Estaba orgulloso del Nautilus. De ningún modo consideraba el éxito como un triunfo personal. Este se debía al apoyo y trabajo de muchísimas personas. Mi reacción fue, a decir verdad, una profunda sensación de alivio después de tantos meses y meses de duros preparativos y de dos intentos fracasados. En el mismo Polo anotamos unos datos para la estadística: la temperatura del agua era de 32,4 grados Fahrenheit. La profundidad, de 1.089 metros, exactamente 587 más de los que había indicado Iván Papanin, un ruso que, según dijo, tomó tierra en el Polo en un avión el año 1937. (En 1909, el almirante Peary había encontrado más de 2.745 metros.) Nuestros detectores de hielo indicaron que justo en el Polo Norte un pico de hielo se prolongaba 7,5 metros hacia el fondo del agua”.
(1) Un pasaje de la obra de W.R.Anderson y C. Blair Jr.


VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO

“…El capitán Nemo, provisto de un anteojo con retículas que por medio de un espejo corregía la refracción, observó al astro que iba hundiéndose poco a poco en el horizonte según una diagonal muy prolongada. Yo tenía el cronómetro. Me palpitaba con fuerza el corazón. Si la desaparición del semidisco solar coincidía con las doce en el cronómetro nos hallaríamos en el mismo Polo.
-¡Mediodía! -grité.
-¡El Polo Sur! -respondió el capitán Nemo con una voz grave.
Me dio el anteojo que mostraba al astro del día precisamente cortado en dos porciones iguales por el horizonte.
Vi cómo los últimos rayos coronaban el pico y cómo las sombras subían poco a poco sobre sus rampas…”
“…Pues bien, yo, el capitán Nemo, este 21 de marzo de 1868, he alcanzado el Polo Sur, a los 90°, y tomo posesión de esta zona del Globo igual ala sexta parte de los continentes reconocidos.
- ¿En nombre de quién, capitán?
- En mi propio nombre, señor.
Y, mientras esto decía, el capitán Nemo desplegó una bandera negra con una gran N bordada en oro en su centro. Y luego, volviéndose hacia el astro cuyos últimos rayos lamían el horizonte del mar, dijo:
-¡Adiós, Sol! ¡Desaparece, astro radiante! ¡Duerme bajo este mar libre, y deja a la noche de seis meses extender sus sombras sobre mi nuevo dominio!...”

(2) Un pasaje de la obra de Julio Verne.

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